Nadie que realmente haya nacido de nuevo se puede acostumbrar a una vida espiritual mediocre. Ninguna persona que haya tenido un encuentro personal y genuino con Jesucristo puede volver a ser la misma. Pero, ¿Por qué muchas veces a pesar que hemos tenido encuentros genuinos con Dios seguimos practicando ciertos hábitos que lejos de bendecirnos nos humillan y nos alejan poco a poco de Dios?
No podemos negar que hay una naturaleza pecaminosa en nosotros, desde que nacemos traemos con nosotros el pecado original que al crecer y tomar conciencia debemos de reconocer que necesitamos ser redimidos por Dios a través de Jesucristo nuestro Señor. Pero una cosa es reconocer nuestra naturaleza pecaminosa y otra es vivir para ella.
Cuando nacimos de nuevo y tuvimos ese encuentro personal y genuino con Jesús, decidimos renunciar a nuestra vida de pecado deliberada y comenzar a vivir una vida agradable a Dios. Si bien es cierto, mientras estemos en este mundo seremos tentado, orientados y seducidos a pecar, no significa que ahora vivamos para satisfacer nuestra sed de pecado, sino que ahora vivimos para negarnos a nosotros mismos, para dejar de hacer lo que nuestra naturaleza carnal y pecaminosa nos pide, para comenzar a hacer lo que Dios a través de su Palabra nos indica.
Ahora bien, ¿Por qué muchos de nosotros a pesar de haber nacido de nuevo seguimos ocultamente o no practicando hábitos que son desagradables delante de Dios?, yo pienso que lo hacemos porque en nuestra ignorancia creemos que mientras la gente no se de cuenta lo que práctico, no hay problema, mientras tu autoridad espiritual no sepa, entonces no hay de que preocuparse. Pero nos olvidamos del importante detalle sobre el ojo de Jehová. La Biblia dice: “Los ojos de Jehová están en todo lugar, Mirando a los malos y a los buenos.” Proverbios 15:3 (Reina-Valera 1960).
El mayor error que un cristiano puede cometer es comenzar a vivir para la gente, para el ojo humano y olvidarse del ojo de Dios que todo lo ve. Cuando comenzamos a vivir para el ojo humano seguramente tendremos nuestra recompensa humana: la falsa admiración que la gente te tendrá por ser integro delante de sus ojos. ¿Pero que paso con la recompensa de Dios?, la Biblia dice: “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.” Mateo 6:1-2 (Reina-Valera 1960).
Hoy quiero invitarte a dejar de vivir para el ojo humano y comenzar a vivir para el ojo que todo lo ve, el ojo de Dios. Jamás la recompensa humana será semejante a la recompensa celestial, por lo tanto no sirve de nada agradar al hombre y desagradar a Dios, más vale agradar a Dios que es lo que realmente importa.
Vivamos cada día para el ojo de Dios, que Él al vernos se sienta orgulloso de nuestro caminar, que pueda en algún momento decir lo mismo que dijo de Job: “Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?” Job 1:8 (Reina-Valera 1960).
No permitas que el pecado oculto para la gente pero visible para Dios te robe autoridad y las bendiciones que Dios tiene para ti, no permitas que una doble vida te pueda llevar a la ruina, en su lugar permite que la sinceridad y la humildad sea el camino que tus pasos sigan cada día para que de está manera tu caminar sea agradable delante de Dios que es el objetivo primordial que todos debemos buscar.
¡Vive para Dios y no para el ojo humano!
Extraído de: www.enriquemonterroza.com
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